Toni Sarrión roza el átomo de su Mestizaje Blanco
El átomo es, por definición, la partícula de un elemento imposible de dividir sin perder la identidad (propiedades) de dicho elemento. Pues Toni Sarrión (Mustiguillo) está ya rozándolo con su vino Mestizaje Blanco. Lo ha ido desvistiendo de opulencia, carnosidad e inmediatez, para dejarlo, en “puridad” mediterráneo.
Así quedó patente en la presentación, en el espacio MiCub del Mercado de Colón de Valencia, de la última añada 2024 de esta referencia (la más económica del catálogo de Mustiguillo).
Es la “penúltima” (nunca digas la última) afinación de este blanco. En un cambio constante, con hitos como la irrupción, en la añada de 2021, en su coupage de la variedad Xarel·lo, junto a las mayoritarias Merseguera, Viognier y Malvasía. El objetivo de Sarrión era diluir la (sobre)maduración y dominancia que la Viognier, en combinación con un ciclo seco y de elevadas temperaturas, pudieran llegar a imponer al vino. Ahí, la clave estaba en el mayor portagonismo de Xarel·lo y, en la añada 2024 de un Macabeo milimétrico.
Y como el vino siempre depende del factor añada, en esta ocasión un año más húmedo y algo más fresco, ha ayudado perfectamente a los objetivos de la bodega.
En la cata de la nueva añada acompañaron a Sarrión, Miguel Donat, de Voravins, y Anabel Navas (MiCub). Para ello se degustaron comparativamente las añadas 2023 y 2024.
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Mestizaje Blanco 2023 está en un gran momento de consumo. La botella le ha sentado especialmente bien. Un vino seductor y maduro, que abre con aromas de monte de secano aromático. Fruta blanca y amarilla de hueso de intensidad media. Algún punto balsámico y un fondo floral blanco, de polen cítrico y espino. Marcada intención mineral. Boca elegante. De buena intensidad. Lías dulces. Carga de hollejo. Acidez marcada y vestida. Vuelve el yeso. Final de flores y amargo fino.
Por su parte, el nuevo Mestizaje Blanco 2024 está ahora tal vez menos “voluptuoso”, pero se le antoja un “esqueleto” mejor armado para la proyección. Una nariz menos golosa, con fruta de hueso y ciruela Claudia. Monte de secano, laurel. Polen especiado, espino y flor. Sensación de salmuera, piel de limón verde y balsámicos casi de eucalipto. Fondo de piedra. Boca austera pero perfilada y vertical. Ordenada. Acidez “trabajadora”, textura de yeso y amargos que lo prolongan. Una añada que no grita, pero que deja huella.
Mestizaje Blanco 2024, sin pretensiones es reflejo de una convicción enológica cada vez más depurada. Un vino que no busca agradar desde el atajo de la exuberancia, sino desde la tensión, la identidad y la verdad del paisaje. No quedan muchas concesiones más, está rozando el átomo de una referencia que cumple ya más de 20 años en el mercado.
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